Yo amo el mar, su sonido, su color, su olor, su arena, su serenidad y hasta su enojo y siempre me he preguntado por qué me gusta tanto.
En días pasados alguien dijo, “es necesario volver donde uno fue feliz”.
Esto ya lo había escuchado varías veces, pero hoy para mí ya es una realidad porque lo he vivido.
Cuando uno vuelve donde fue feliz el alma te lo confirma, es una sensación de paz, armonía, balance y alegría.
Y estando sola conectando conmigo, con mi ser, caminando por la arena me pude dar cuenta que ese lugar donde fui feliz siempre es la playa, si, el mar, la arena y el sol. Y no ha sido hasta ahora que me he dado cuenta por que me gusta tanto y es que, en ella, en la playa, siempre fui feliz.
Mis mejores recuerdos de familia, de unión, risas, están ahí en la playa. Recuerdo que siempre íbamos o solo nosotros (mis padres y hermanos) o en “trulla” ya sea la familia materna (que era la mayoría de las veces) o con la familia paterna, el tema es que siempre fui muy feliz en la playa. Recuerdo perfectamente que cuando llegaban mis tías, tíos o primos de New York la primera salida todos juntos era el “viaje a la playa” con nuestros respectivos spaghetti con pollo, refrescos y palitos de queso o platanitos para luego comprarle a la doña, ya en la tardecita, el pescado frito con tostones. El día se volvía corto, pero creamos recuerdos para toda una vida.
Y por eso desde ese lugar, del contacto con la arena y el sol mi alma encuentra su descanso y sobre todo su paz.
Así que por fin me doy cuenta de que no es “un dicho” no es capricho es un REGALO volver donde una o varias veces se fue feliz.
Y tú, ¿dónde fuiste feliz?
“La felicidad no depende de cosas muy llamativas, sino de pequeños detalles que vivimos.” - Anónimo
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